Perseverar un sueño en tierra enológica
Fernando Farías Córdova convirtió un sueño en diversas etiquetas que dan vida en Baja California a Cava Córdova
La década de 2010 fue definitoria en el camino personal y profesional del tapatío Fernando Farias Córdova y su esposa Karla, al frente de Cava Córdova, en Baja California.
Su “enamoramiento enológico” detonó cuando por cuestiones laborales al estar vinculado a la hospitalidad, visitó Casa Madero, en Parras, y consecuentemente Valle de Guadalupe, invitado en aquel momento por su buen amigo Abel Bibayoff.
“Sobra decir que tras esa visita me enamoré de Ensenada y creció más y más el deseo de venirme para acá y hacer vino, el cual lo pude concretar en 2013”, platica el ahora el winemaker de Cava Córdova.
Oficialmente aquella primera producción que vio la luz fue a partir de uvas Grenache, Syrah y Mourvèdre, línea llamada GSM, acrónimo de esta mezcla típica del sur de Francia, con 24 meses de barrica.
“Nos gusta darle tiempo a lo que hacemos. El tiempo es un factor determinante, unido siempre a una historia personal, repleta de amigos, porque sin ellos Cava Córdova no fuera una realidad”.
Precisamente el tener un montón de amigos que le echaban la mano y prestaban equipo, asesorías e instalaciones cuando no tenían cómo crecer, fue motivador.
“Así estuvimos por cuatro años, medio itinerantes, llegó un punto en el que
hasta teníamos barricas en la sala de la casa, pero afortunadamente empezó a crecer nuestro proyecto y ahora somos 100 por ciento independientes, dándonos la oportunidad de crear cinco etiquetas de línea: dos blancos, un rosado y dos tintos que vienen de varios valles, como La Grulla , Ojos Negros, ya que todos son muy importantes, incluso más que el Valle de Guadalupe en producción de uva”.
Esa determinación, el apoyo de la familia enológica de Baja y el momento por el que pasa esta industria: donde “el mexicano toma vino mexicano”, siguen dando rienda suelta a Cava Córdova.
“GMS es la consecuencia de la marcada admiración mía y de mis socios por los caldos franceses, pero hechos con el alma de la tierra mexicana y, por su parte, Prímula se enfoca en los blancos, ambos de Chardonnay. Uno hecho en tanque de acero inoxidable, muy veraniego y cítrico, y el Reserva, fermentado en barrica y añejado por 6 meses. Son dos extremos de esta uva, uno muy fresco, un vino cebichero y el otro más cremoso, elegante, para comida y cenas complejas.
“También tenemos otros vinos que hacemos a muy pequeña producción que no están en las líneas, más experimentales, como el Juliet, un vino naranja, que casi todo se queda en Ensenada. Es un blanco que quiso ser tinto, entonces tiene lo mejor de dos mundos”, aterriza sobre estas opciones alternas que dirige específicamente Karla.
Sin duda, Cava Córdova es un ente que admira las uvas y las diferencias que existen en ellas por donde crecen, sea una Cabernet Sauvignon, Grenache, Syrah, Mourvèdre, Chardonnay, Viognier y Sauvignon Blanc: “porque en la tierra está el secreto”.
“El principal reto en el valle es justamente eso, cuidar el terroir. Tener turismo responsable que junto a quienes vivimos ahí respete la verdadera vocación de la zona. Y creo que lo podemos lograr porque en los últimos 10 años cada vez hay más opciones educativas para productores y consumidores que nos debe sensibilizar”, finaliza el enólogo que tiene sus etiquetas en el catálogo de Vinos Boutique.