Baja y lo emocional del vino


La enóloga Lourdes Martínez Ojeda hace de Bruma un epicentro 
de vinos frescos y aromáticos, perfectos para abrir la convivencia.

WENDY PÉREZ

Para Lourdes Martínez Ojeda, al frente de la vinícola Bruma, crear vinos en Baja California es de las oportunidades más interesantes que puede experimentar cualquier enólogo, y en su caso particular tiene doble significado por ser su tierra natal.

“Hay pocas regiones en el mundo que son nuevas, como en la que estoy, que considero representamos una segunda generación de enólogos que llegó tras los argentinos, chilenos, uruguayos y estadounidenses, quienes tienen tiempo produciendo y son industrias un poco más asentadas.

“Entonces, hacer vino aquí en el Valle de Guadalupe significa participar en la creación y fundación técnica de las nuevas maneras de trabajar los viñedos que crecen por la región y apostar por varietales específicos. Insisto, hacer vino en Baja, desde un punto de vista técnico, es excitante porque es una experiencia en la que creces, aprendes y, sobre todo, hay un impacto real”, resalta ‘Lulú’.

La enóloga, que estudió una Carrera Técnica en BTS de Blanquefort, Agronomía en la Universidad de Burdeos y cursó la Facultad de Enología en tan reconocida zona francesa, tiene un camino intenso de más de 15 años en casas productoras como Chateau Brane-Cantenac, parteaguas para que volviera oficialmente a su terruño en 2015 de la mano de Henri Lurton, con quien estableció esta vinícola en Baja. Fue un par de años después, entre 2016 y 2017 que se integró de socia y enóloga en Bruma.

“Yo soy fan de la frescura, me encanta trabajar con vinos aromáticos no explosivos, sino complejos, que sean muy sutiles y discretos, narices muy refinadas, pero con muchas capas. Me gusta que se vaya desarrollando en copa sutilmente los diferentes aromas”, dice esta ensenadense creadora de las líneas Ocho, Plan B y Bruma, en versiones rosé, blanco y tinto, todos de venta en Vinos Boutique.

Otra de las características de sus vinos es el poco alcohol, y existe una razón para desarrollarlos así.
“El vino que es fresco y bajo en alcohol acompaña divino la comida, entonces en lugar de echarte dos copas te echas dos botellas, y ¿qué mejor? Por lo que me fascina crear vinos digestos para maridar alimentos, conversaciones y domingos en familia. Lo que trato es no manejarlos o manipularlos, que resulten lo más auténticos al terruño y varietal posible”.

La vinícola sustentable es, además, un espacio multidisciplinario con un mercado Gourmet y hoteles boutique reconocidos en el Valle, flanqueado por dos grandes conceptos culinarios: Fauna y Bruna Wine Garden, comandados por los chefs David Castro Hussong y Maribel Aldaco.


Este 2024 se cumplieron ocho años, desde que Lulú estrenó las instalaciones de la vinícola, y la génesis sigue más sólida que nunca: hacer del vino el medio para la convivencia, un generador de experiencias, recuerdos y momentos únicos.

"Cuando bebes una copa, más que el líquido o lo tangible, lo verdaderamente profundo es lo que genera... emociones, cariño. Para mí significa convivio, por que gracias a él y a los momentos en los que se toma, siempre dejan huella", concluye.